Desde las bulliciosas calles de Caracas hasta los salones diplomáticos de París y Londres, la historia de Sarah Alicia Moya Machado es un testimonio de perseverancia, visión y compromiso con el futuro energético de América Latina. Con una curiosidad innata por las dinámicas de poder y recursos naturales, Sarah inició su andadura profesional sin más experiencia que su recién estrenada licenciatura en Asuntos Internacionales por la Universidad Central de Venezuela.
En 1995, mientras trabajaba como niñera en París, decidió inscribirse en un posgrado de Comercio Internacional en la Sorbonne Université. Financió sus estudios con jornadas de planchado y clases de español, convencida de que la única forma de transformar el contexto global era dominando las herramientas académicas adecuadas. Ese esfuerzo rendiría frutos cuando obtuvo su doctorado en Ciencias Políticas summa cum laude, con una tesis dirigida por Jean-Michel Blanquer, que exploraba las complejidades de los contratos de E&P en PDVSA, Ecopetrol y Petrobras.
La etapa europea no solo le aportó títulos; también la conectó con mentores claveS. En el Instituto de Estudios Energéticos de Oxford trabajó junto a Bernard Mommer y Robert Mabro, cuyas enseñanzas consolidaron su capacidad de análisis geopolítico. Más tarde, su formación se enriqueció con diplomados en transición energética en Cambridge y mediación internacional en el Institut Catholique de Paris, forjando un perfil versátil capaz de navegar entre lo técnico y lo diplomático.
Regresar a Venezuela en 2005 significó enfrentarse a un entorno político en ebullición. Invitada por el nuevo viceministro de Hidrocarburos para dirigir Asuntos Internacionales, Sarah entendió que su independencia profesional exigía distancia de las lealtades partidistas. Renunció antes de que la inestabilidad la atrapara y se proyectó como consultora libre.
Fue en Bogotá donde escribió uno de los capítulos más destacados de su carrera. En 2008, al asumir la gerencia de PDVSA Gas Colombia, encontró la filial al borde del colapso: licencias en riesgo y recursos agotados. En tan solo dos semanas, diseñó una estrategia jurídico-diplomática que salvó el gasoducto binacional y, con alianzas con Ecopetrol y Chevron, garantizó 30 millones de dólares anuales para la operación.
Su liderazgo trascendió lo comercial: implementó proyectos de responsabilidad social con la comunidad Wayuu, reduciendo en un 95 % los ataques a la infraestructura. Fue invitada a Casa Nariño para exponer sus resultados y recibió auditorías de KPMG que validaron la integridad de su gestión.
Hoy, Sarah Moya equilibra su labor de consultora independiente con su participación en foros internacionales: asesora a gobiernos, lo que distingue a Sarah no es solo su currículo de élite, sino su capacidad para tender puentes entre culturas y realidades. Venezolana de origen, europea de formación y global en su proyección, Moya ha demostrado que la perspectiva latina es esencial para diseñar políticas energéticas justas y sostenibles. Su trayectoria confirma que, más allá de las fronteras y las etiquetas políticas, el conocimiento riguroso y el compromiso ético pueden reconfigurar los mapas del poder energético mundial.