La tragedia fue una más en la larga lista de tiroteos que periódicamente enlutan a Estados Unidos, donde las armas de fuego abundan y se pueden comprar fácilmente.
En una rueda de prensa en la que no quiso confirmar la cifra de muertos que publican los medios (hasta 22, según las cadenas CNN, ABC y Fox News, que citan a fuentes de las autoridades), Mike Sauschuck, comisario del Departamento de Seguridad Pública de Maine, dijo que por el momento solo buscan a Card.
También confirmó que se ha encontrado el coche de Card en la localidad de Lisbon, a unos 12 kilómetros del lugar del tiroteo, y por eso pidió también a los vecinos de esa ciudad que se mantengan en sus casas, al igual que los de Lewiston.
Asimismo pidió a cualquier persona que tenga información sobre su paradero que se ponga en contacto con las autoridades llamando al 911 y agradeció la colaboración ciudadana recibida hasta el momento, que según señaló está siendo muy activa.
Sin embargo, Sauschuck no quiso entrar en detalles sobre el sospechoso, que los medios han identificado como un instructor de manejo de armas con un historial de problemas mentales, y que es militar en la reserva.
La policía del condado de Androscoggin había difundido anteriormente fotografías en las que se veía a un hombre vestido con un top marrón y pantalones azul oscuro, armado con un rifle semiautomático que llevaba al hombro.
Los disparos se produjeron en al menos dos lugares diferentes, una bolera y un bar-restaurante, según la policía local. El FBI de Boston, la policía federal, también dijo estar implicado en la investigación.
Esa misma noche se produjo otro tiroteo en un centro logístico de Walmart, según varios medios de comunicación estadounidenses.
El presidente estadounidense, Joe Biden, fue informado de los hechos y habló con varios cargos electos de Maine, entre ellos la gobernadora Janet Mills, ofreciendo todo el apoyo federal necesario, según la Casa Blanca.
«Estoy horrorizado»
«Esta es una situación abrumadora. Nunca habíamos vivido algo así», dijo a una televisión local Cynthia Hunter, que vive en Lewiston desde 2012.
Las escuelas públicas permanecerán cerradas el jueves, dijo un funcionario del distrito escolar en X (antes Twitter).
«Estoy horrorizado por lo que ha ocurrido en Lewiston esta noche», ha dicho el representante electo de Maine, Jared Golden, en un comunicado.
Estados Unidos está pagando un precio muy alto por la proliferación de armas de fuego en su territorio y la facilidad con la que los estadounidenses tienen acceso a ellas.
El país tiene más armas individuales que personas: uno de cada tres adultos posee al menos un arma, y casi uno de cada dos adultos vive en un hogar con un arma.
La consecuencia de esta proliferación es una altísima tasa de muertes por arma de fuego en Estados Unidos, sin parangón en otros países desarrollados.
Sin contar los suicidios, más de 15.000 personas han muerto por violencia armada en el país desde principios de año, según el Gun Violence Archive (GVA).
Sin embargo, son los tiroteos masivos los que han dejado mayor huella en la mente de la gente, ilustrando el abismo ideológico que separa a conservadores y progresistas en la cuestión de cómo prevenir tales tragedias.
La historia reciente de Estados Unidos está plagada de asesinatos en masa, y ninguna parte de la vida cotidiana parece inmune, desde las empresas a las iglesias, desde los supermercados a los clubes nocturnos, desde las carreteras públicas al transporte público.
Pero a pesar de la movilización de más de un millón de manifestantes, el Congreso de Estados Unidos no ha conseguido aprobar ninguna ley ambiciosa, ya que muchos representantes electos están bajo la influencia de la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA), el principal grupo de presión estadounidense en materia de armas.
De hecho, en un país donde el derecho a poseer un arma de fuego es considerado por millones de estadounidenses como un derecho constitucional fundamental, los únicos avances legislativos recientes siguen siendo marginales, como la generalización de la comprobación de antecedentes penales y psiquiátricos antes de cualquier compra de armas.