Los residuos industriales (pilas y baterías, pinturas, aceites, diluyentes, textiles con aceites o combustibles, aerosoles, entre otros), al terminar su vida útil, deben ser manejados con procedimientos especiales para evitar un impacto sobre el medio ambiente y la salud de las personas.
Barcelona es una de las ciudades “modelo” de Europa en cuanto a sostenibilidad. Se trata de un imán que ha atraído a miles de habitantes debido a su multiculturalidad y calidad de vida, y cada día debe enfrentar con nuevos mecanismos los nuevos residuos industriales que genera la creciente población.
A pocos kilómetros de los núcleos urbanos, en 2018 la firma PreZero puso en marcha en una planta de Barcelona el primer robot del mundo con inteligencia artificial (IA) para la selección de residuos municipales.
“Ambas tecnologías (IA y robótica) también se han aplicado desde entonces en otros campos, como la selección de medicamentos usados y residuos hospitalarios, pero también en vehículos de recogida”, destaca Mónica Ramos, su directora de operaciones e ingeniería para España.
¿Ha afectado la calidad de vida de los barceloneses? Lo cierto es que los ciudadanos apenas se enteran de estos hechos y la capital catalana sigue siendo una de las urbes más vibrantes de Europa.
Otro ejemplo emblemático es Berlín. En pleno centro de la capital alemana, un túnel subterráneo de cinco kilómetros gestiona la basura de la ciudad. La empresa de gestión municipal de la basura urbana procesa los residuos de la ciudad justo de la emblemática Potsdamer Platz, principal punto de división entre las antiguas Berlín occidental y oriental.
Allí, diariamente se procesan 8 toneladas de basura teniendo como foco la economía circular: buena parte de los residuos son reciclados en el subterráneo, mientras millones de ciudadanos continúan con su vida normal en la superficie.
En otras latitudes, la canadiense ciudad de Toronto está haciendo una apuesta para, sosteniblemente, gestionar sus residuos urbanos e industriales: recientemente el gobierno local cedió la iniciativa a sus propios ciudadanos mediante una convocatoria con subvenciones a proyectos que promuevan la reducción de la basura.
Algunas de las subvenciones pueden alcanzar hasta 25.000 dólares para apoyar proyectos innovadores que reduzcan los desechos residenciales y aumenten la participación en los programas que reduzcan los desechos y fortalezcan el reciclaje.
La urgencia sanitaria en Santiago
La zona centro del país cuenta con una única instalación de eliminación de residuos industriales (es la única entre las regiones de Atacama y Ñuble). Se trata de la planta Pudahuel de la empresa Hidronor, que opera desde 1997 como prestador único de este servicio en esta zona geográfica.
La vida útil disponible de esta planta está limitada y no superaría los 5 años. Esto representa una situación de urgencia sanitaria y ambiental para evitar que la zona centro del país, y en particular la Región Metropolitana, se vea forzada a trasladar y descentralizar sus residuos industriales a regiones (destinatarios en las regiones del Ñuble o Biobío), con el riesgo y costo asociado al transporte y el probable conflicto socioambiental que ello activaría.
Actualmente existe solo un proyecto que podría ampliar estas capacidades. Se trata del proyecto CIGRI (Centro Integral de Gestión de Residuos Industriales) en la localidad de Rungue, comuna de Tiltil, que busca desarrollar actividades de valorización de reciclaje, recuperación, tratamiento y eliminación final de residuos industriales y que próximamente debería ser visto en el Comité de Ministros para continuar con su proceso de evaluación ambiental.
La razón por la que este proyecto se encuentra en Tiltil es porque es la única ubicación en la Región Metropolitana que cumple con la regulación de uso de suelo aplicable y que la normativa lo permite (Plan Regulador Metropolitano de Santiago y el Reglamento Sanitario sobre el Manejo de Residuos Peligrosos, DS 148/2003 del Ministerio de Salud).
Los residuos industriales (pilas y baterías, pinturas, aceites, diluyentes, textiles con aceites o combustibles, aerosoles, entre otros), al terminar su vida útil, deben ser manejados con procedimientos especiales para evitar un impacto sobre el medio ambiente y la salud de las personas. El proyecto CIGRI apunta a gestionar este tipo de residuos y que no terminen dañando el medio ambiente o abandonados en lugares indebidos como quebradas, sitios eriazos, esteros o bordes de caminos.